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Antes de mirar como gestionar las discusiones en pareja, miremos de donde aparecen. Las discusiones excesivas pueden llevar las parejas a la terapia de pareja o incluso a la ruptura de pareja, pero no son siempre un problema grave, solo se deben entender e intentar gestionar. Las discusiones pueden ser una parte sana de la relación o un elemento destructivo, tóxico, que acabará con distanciar e incluso romper la pareja.

Para entender las discusiones, tenemos también que entender el peso de nuestras expectativas, sobre todo las poco realistas. A veces, queremos creer que hemos encontrado a nuestra pareja perfecta, la persona especial que encaja con nosotros. Esta media naranja que nos va a dar todo lo que necesitamos, y lo más ‘’loco’’ e importante, creemos que la pareja nos va a dar toda la felicidad que merecemos. Por ello, como nadie es perfecto, porque todos tenemos nuestros defectos, nuestras heridas, nuestras carencias, etc… esta espectativa siempre será la fuente de una desilusión. Ninguna pareja es perfecta. Aún ni la más consolidada y la más feliz, lo es.

Gestionar las discusiones en la pareja entendiendo los defectos y la idealización

Cuando conocemos a una persona que parece encajar con nuestros gustos, nuestros principios, nuestros ideales… si las dos partes sienten lo mismo, finalmente forman una pareja. Al principio, en el periodo de «luna de miel», los defectos que vemos en el otro nos resultan insignificantes, porque idealizamos lo que la otra persona es, y la idealizamos porque hay una parte muy egoísta en nosotros. Si el otro me gusta y yo le gusto, es que yo también soy maravilloso (o maravillosa).  Pero, tarde o temprano, la realidad gana y las cosas suelen volverse menos idílicas, o, simplemente, nuestra perspectiva se vuelve más realista. Los defectos ya no son virtudes, sino que queremos cambiarlos según nuestra propia realidad. Aquí empiezan los conflictos.

Aquí empiezan las discusiones, las tiranteces, porque a nadie le gusta ceder. Muchas veces nos miramos tanto y nos ponemos tan por encima, que no vemos que cuando señalamos, también nos estamos señalando, pero eso lo pasamos por alto.

Dicen que dos no discuten si uno no quiere, y en parte es cierto, pero, ¿cómo lidiar y gestionar también esta parte?

Gestionar las discusiones en pareja desde el respecto para las diferencias de opinión

Las discusiones vienen dadas por no ver la realidad de la misma manera. Las cosas se pueden dialogar y llegar a acuerdos.  ‘’Yo no opino como tu, pero respeto que tú lo veas de este modo’’. Esta sería una manera sana de dialogar puntos de vista diferentes. Otra opción menos sana sería, por ejemplo, ‘’¿cómo es posible que opines de este modo? ¿No ves que es estúpido lo que dices?’’. Aquí ya hay un juicio, ya no hay un respeto hacia el otro. Solo puedo validar mi opinión porque la del otro es estúpida. En este instante podría empezar una discusión si las dos partes entran en juego.

Es importante que cada uno pueda argumentar lo que necesite, y siempre en función del prisma de cada uno. De realidad siempre hay una, pero la forma de interpretar la realidad hace que haya muchas y distintas. No todos vemos ni sentimos lo mismo en una misma situación.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el otro es libre de opinar lo que quiera. Imponer nuestro criterio va a hacer que nos alejemos del otro. Si no hay respeto por el otro, la discusión está asegurada.

Evitar los juicios

Lo segundo es tratar de no hacer juicios. Cuando entramos en una discusión señalamos al otro como el problema. Estamos señalando tanto que nos olvidamos de ver que hay una parte que también nos señala a nosotros. El otro no deja de ser un reflejo de nuestras inseguridades y nuestras miserias en un momento dado.

Controla las emociones negativas propias desde lo racional

Lo tercero, respirar mucho y no dejarse llevar por la ira. Cuando entramos en una discusión, a nuestra mente le cuesta mucho objetivizar la situación. Nuestra mente entra en un túnel donde solo contempla lucha y ante la lucha toca defenderse. ¿Cómo? De la manera aprendida desde niños. Cada uno con su forma, que puede gustar más o menos al que tenemos en frente.

Recuerda que estás intentando resolver algo no ganar una discusión a toda cuesta

El ego, muchas veces, nos juega malas pasadas. Nos olvidamos de sentir para pensar. Nos olvidamos de conectarnos con lo que realmente nos pasa cuando vemos y escuchamos al otro. Solo queremos tener la razón, defendernos, escudarnos, alejarnos del dolor y tal vez, a veces, depende de nuestro carácter, incluso infligirlo. Ya que no puedo “ganar”, te hago daño y así me quedo más tranquilo (o tranquila).

Para no entrar y/o salir de una discusión, es importante tener en cuenta los puntos anteriores.

Cuando el día está soleado no hay problema. Cuando empiezan a aparecer las nubes negras, podemos ser precavidos y coger un paraguas por si acaso, o podemos seguir caminando hacia la tormenta. Una vez que la tormenta llegó, hay dos opciones: la primera sería entrar en ella y acabar empapad@ y acatarrad@ o, podemos ir hacia otra parte, donde la tormenta esté más lejos, o tal vez podamos escondernos en algún lugar para no mojarnos.

En las discusiones con la pareja sucede algo parecido. Cuando todo está bien y los reflejos e inputs lanzados y recibidos van acorde con nuestro bienestar y nuestra realidad, todo es “perfecto”. Cuando uno de los dos tiene peor día y suelta un mal comentario, o impone algo porque sí, sin consultar, o nos cuestiona algo que hayamos hecho, desde la ira o desde la soberbia (esto también es interpretable), podemos optar por varios caminos:

  • El primero: contestar calmados, desde el diálogo, sin gritar, y sintiendo que esto no forma parte de mí, sino que forma parte de su realidad.
  • El segundo: podemos entrar en el mundo interno del otro y contestar desde la ira, empezar a defendernos y empezar a cuestionar al otro para hacer daño (como ya dije anteriormente)

Siempre habrá una de las dos partes más disponible para argumentar, para dialogar y/o para retirarse justo antes de la tormenta (uno sabe cuándo se está acercando). Está bien alejarse, buscar el propio espacio y respirar profundo. Si no lo hacemos, entramos en la toxicidad, en el “discutir por discutir”, en el no acabar nunca, en señalar y juzgar.

Escucha tu necesidad, respeta lo que sientes, respira profundo. A veces no eres tú, el adulto, el que se defiende, sino el/la niño (niña) interior que llora por algo que le hicieron y el otro me lo está reflejando, ahora desde el cuerpo adulto.

¿Es malo tener discusiones en la pareja?

Discutir no es algo negativo. Es un intercambio de opinión, es un aprender a escuchar al otro, es rebajar el ego, es entrar y aprender a colocarse en el mapa mental del otro. Todo esto hace que aprendamos de nosotros. Así que discutir puede ser sano, siempre que podamos poner en práctica todo lo anterior, si no, acabamos heridos, y eso no es agradable, y lo peor es que la culpa la proyectamos en el otro y no nos hacemos responsables de nuestra parte.

Psicóloga Sanitaria y Terapeuta Gestalt en SN Psicología.